ARTÍCULOS

Selección y crecimiento del cachorro
Víctor Martínez Esandi | 22 de marzo de 2007


Son muchas las líneas escritas sobre este tema, pero vista la cantidad de consultas que recibimos sobre este tema, me he animado a compartir lo que sobre el mismo opino, basándome en años de observaciones y estudios realizados al respecto. Lo primero que debemos plantearnos, a la hora de elegir un cachorro, es qué tipo de caza es la que vamos a realizar y en qué estado físico nos encontramos.

Para elegir un cachorro, lo primero que tenemos que tener en cuenta es ¿qué voy a cazar?, ¿en qué terrenos? y ¿cuál es mi capacidad? No es lo mismo tener 20 años que 60, ni andar detrás de las becadas en los montes de Huesca, que tras las perdices en una u otra zona, o cazar de todo. Así que lo primero que tenemos que tener en cuenta es, ¿qué voy a cazar?; ¿en qué terrenos?; ¿cuál es mi capacidad?, y teniendo en cuenta esto, nos informaremos sobre qué raza es la que más se acerca a nuestra realidad, y una vez elegida ésta, viene la elección del individuo.

Para este paso y basándonos en que buscamos perros de caza, para cazar, yo personalmente me informaría sobre los padres (padre y madre), y si me es posible hasta de los abuelos, elegiría ejemplares de la zona donde vaya a cazar (no es lo mismo cazar en Ciudad Real, que en Navarra). Aunque este paso no sea demasiado importante, siempre tendremos más opciones de acertar si cuidamos el detalle, y cuidando el detalle elegiría hasta las fechas, si es que me es posible, contando para que el cachorro tenga la edad suficiente (unos 7 meses) para montear cuando nos empiece la temporada.

Elección del individuo

Para este paso, aparte de la observación de la camada desde que nacen (si es que la camada es nuestra), el mejor método y más acertado que conozco es el Test de Campbell, el cual se realizará en un espacio amplio, sin distracciones y será llevado a cabo por una persona a la que los cachorros no conozcan. Este test nos marcará las sensibilidades de los perros y no lo buenos o malos que éstos serán cazando, ya que esto depende, en su mayor parte, de la vida que les demos, lo buenos o malos cazadores que seamos, el tiempo que les dediquemos y la cantidad de caza que vean. Una vez realizado el test, yo considero que nos deberíamos inclinar por aquel individuo de sensibilidad media tirando a baja, es decir, ni el miedoso, receloso, tímido y sensiblón, ni el que nos gruña, nos intente morder y que pase de todo.
Test de Campbell 
  • ATRACCIÓN SOCIAL.- ¿Qué hace el perro cuando le acariciamos durante unos segundos y acto seguido permanecemos inmóviles? Se queda para que le sigamos acariciando, se marcha y luego vuelve, huye...
  • ACTITUD DE SEGUIR.- Si caminas el cachorro te sigue, se te adelanta, se mantiene detrás, o es independiente y no te hace ni caso.
  • RESPUESTA ANTE EL PREMIO.- Si le premias con la voz y caricias de forma efusiva, mueve el rabo, se incentiva, es fácilmente motivable, se aleja, no te hace ni caso, se asusta.
  • DOMINIO SOCIAL.- Si lo sujetas boca abajo contra el suelo durante veinte segundos, te gruñe, permanece inmóvil, intenta zafarse, intenta morderte, gime.
  • DOMINIO SOSTENIÉNDOLO EN EL AIRE.- Si lo sujetas con las dos manos por debajo de la barriga y lo levantas hasta la altura de las rodillas durante veinte segundos, se asusta, es manejable, te gruñe, intenta zafarse, permanece tranquilo.
  • REACCIÓN A OBJETOS EXTRAÑOS.- Si abres de repente un paraguas y lo dejas en el suelo, se asusta, tarda mucho tiempo en recuperarse, se esconde, va enseguida a investigar que es, le gruñe o le ladra, no le hace ni caso.
  • REACCIÓN AL RUIDO.- Si haces de repente un ruido fuerte, se asusta, huye, va hacia el ruido, no le presta atención, se esconde y no quiere salir.
  • REACCIÓN AL TRAPO.- Si mueves un trapo por el suelo, lo persigue, lo muerde y tira de él, gruñe, se asusta, lo ignora.
  • REACCIÓN AL COBRO.- Si le tiramos una pelota de papel, la persigue, se la lleva y la rompe, la ignora, te la trae.
  • SENSIBILIDAD CORPORAL.- Si le apretamos la mano, permanece tranquilo, intenta zafarse, llora, intenta morderte.
Como ya he comentado antes, la forma de puntuar las aptitudes y sensibilidades del cachorro va de muy sensible a normal y a poco sensible, yo personalmente me quedaría con los de sensibilidad normal tirando a poco sensible y con los que den muestras de persecución y cobro pero sin gruñidos ni reacciones de alejamiento.

Crecimiento del cachorro

Bueno, ya tenemos nuestro cachorro con nosotros, y ¿ahora qué?; ¿qué hacemos, de todo y cuanto antes?; ¿le pongo una codorniz, a ver qué hace?; ¿pego cuatro tiros a ver si se asusta?; ¿me lo llevo a cazar y le suelto unas codornices a ver qué…? Por partes: lo primero que tenemos que saber, es que las prisas no nos han de llevar a buen fin y dependerá en gran parte del crecimiento que le demos al cachorro, para lo que éste sea de adulto.

La socialización

Esta etapa de los cachorros (entre los 2 y los 6 meses), es muy delicada y tendremos que estar muy atentos a hacer las cosas bien, ya que son verdaderas esponjas y aprenderán tanto lo bueno como lo malo. Deberemos marcar la jerarquía desde el primer día (no es necesaria la violencia), para no tener problemas en el futuro, para lo cual podemos hacer ejercicios como poner y quitarle la comida cuando queramos, no dejarle comer hasta que se lo digamos, siempre que juguemos con él acabaremos el juego dejándole tumbado boca arriba, etc.

Empezaremos a enseñarle lo que está bien y lo que está mal, para lo cual al acariciar al perro, le daremos el comando “Muy bien”, en un tono agradable, de forma que relacione estas palabras con algo placentero, por lo cual el perro, de forma instintiva, buscará repetir la acción premiada, y lo recriminaremos con un “No”, en tono firme, y un leve tirón de orejas ante los actos que no deseemos, de forma que cuando oiga el comando “No” deje de hacer lo que esté haciendo. 

Ejemplo: Una vez que el perro ha relacionado que las caricias y el comando “muy bien” van unidos, le lanzamos una pelota a la par que le damos el comando “Cobra” y mientras va en su búsqueda le decimos el “muy bien”, al cogerla se lo repetimos, al volver hacia nosotros seguimos repitiéndoselo y cuando ya lo tenemos a nuestro lado le acariciamos a la par que repetimos el comando. Lo que hemos conseguido es que el perro sepa que todas esas acciones (ir, coger y traer) están bien hechas, ya que son premiadas.

Por otro lado, pondremos al cachorro en contacto con el mayor número de cosas posibles (niños, otros perros, distintos terrenos, la ciudad, ruidos, ríos, etc.) y le acostumbraremos a las herramientas con las que trabajaremos (collares, correas, silbatos, flexi, etc.). Sacaremos el perro al campo todo lo que podamos y de una forma progresiva (media hora con dos meses para ir alargando el tiempo, según crezca) de forma que vaya aprendiendo a qué huele cada cosa (la distinta vegetación, los topos, las lagartijas etc.) y sepa diferenciarlos perfectamente, así se acostumbrará a ellos y sabrá desecharlos de forma natural ante el ejercicio de la caza.

Descubrirá que por sí solo no puede atrapar las posibles piezas, con lo cual empezará a fijar la muestra y su cuerpo se acostumbrara a reaccionar ante cualquier situación (pinchos, frío, lluvia, pedregales, etc.). Haremos detonaciones suaves, aprovechando que el perro se encuentre a una buena distancia (unos 30 metros) y esté realizando alguna actividad que le guste (jugando con otros perros, comiendo, persiguiendo un pájaro, etc.), de forma que empiece a relacionar las detonaciones con cosas positivas, y poco a poco iremos aproximando las mismas hasta llegar a detonar al lado del cachorro sin que éste sienta el menor temor.

La famosa “CAÑA”, tan recurrida por la gente para supuestamente enseñar al cachorro a mostrar, aparte de utilizarla una o dos veces para ver el instinto de muestra que tiene de forma natural, deberemos evitarla puesto que si abusamos de ella lo único que podemos conseguir es estropearla y/o acostumbrar al perro a cazar de vista y que deje la nariz en un segundo plano.

Los primeros contactos con la caza, intentaremos que sean con caza salvaje (una experiencia con caza salvaje, vale por diez con caza de granja), y a ser posible iremos solos, sin otros perros y sin escopeta, de forma que podamos prestar toda la atención a nuestro perro, e iremos premiando “Muy bien” ante todas las acciones que nos gusten (búsqueda cruzada, registro de matas, cambio de ritmos ante emanaciones, etc.), y si el perro nos muestra, ha llegado el momento de tranquilizarnos, premiaremos al perro “Muy bien“, en un tono suave y tranquilizador, nos iremos acercando a él despacio y le acariciaremos suavemente a la par que le atamos con la correa y vamos metiendo el comando “Quieto” y “Muy bien”, si el perro tendiera a moverse, dejaremos automáticamente de acariciar y premiar y daremos el comando “No”, a la par que un ligero tirón de la correa, para volver a premiar automáticamente en el momento vuelva a quedase quieto.

En el caso de que no dispongamos de caza salvaje, y tengamos que utilizar la caza de granja, intentaremos que sea de la forma más natural posible. Utilizaremos piezas sanas, bien fuertes y plumadas y a ser posible sin olor a pienso (esto se consigue teniendo las piezas durante una semana alimentadas con comidas naturales, trigo, maíz troceado, cebada, etc.); yo personalmente prefiero la perdiz a la codorniz, ya que con la primera tenemos muchas más posibilidades de hacer un perfecto trabajo, y al fin y al cabo, aunque son más caras, merece la pena que en las primeas experiencias el comportamiento de la caza sea lo más óptimo posible.

Aún y con todo, tomaremos la precaución de llevar al perro atado con una flexi, de forma que podamos sujetarlo si arremete contra la caza o si ésta da un vuelo corto y podemos correr el riesgo de que el perro atrape la pieza. La forma de hacer bien el ejercicio con caza de granja es dejar la pieza en una zona con suficiente cobertura vegetal; a todo esto, el perro no tiene que vernos ni manipular ni esconder la caza, y al dejar la pieza dar varios rodeos hasta llegar al perro, si no lo hacemos así, corremos el riesgo de que, al sacarlo, éste siga nuestro rastro directamente hasta la caza.

Nos pondremos a unos 150-200 metros de la pieza con el viento en la cara, ataremos al perro con la flexi, lo más larga posible o en su defecto una cuerda larga, y avanzaremos hacia la caza en zig-zag. Si el perro nos la muestra, actuaremos como ya os he descrito anteriormente, si no la muestra pero sí la detecta e intenta arremeter contra ella, lo sujetaremos con la correa a la par que le damos el comando “No” y “Quieto”, e intentaremos tranquilizarlo, y haremos que la pieza vuele y se aleje sin dar opción a que el perro la persiga, y si el perro ni la para ni la detecta, seguiremos hacia delante dando un buen rodeo, para volver al punto de partida y comenzar.

Ante cualquiera de las dos primeras opciones (que muestre o que la localice), después de hacer volar la pieza, recogeremos al perro y se acabó el ejercicio hasta dentro de diez días. Más vale un ejercicio bien hecho (aunque los resultados no sean los deseados), que dos ejercicios mediocres, realizados con prisa y/o con ansiedad.

Para terminar, os daré varios consejos que pienso os serán de gran ayuda:
  1. No tengáis prisa en enseñar al perro.
  2. Ser constantes (un perro en pequeñas sesiones de veinte minutos al día, aprende. En sesiones de más tiempo y distanciadas en días, le costará más tiempo aprender si es que lo conseguís).
  3. Con violencia no conseguiréis prácticamente nada.
  4. A cada ejercicio poderle nombre (ejemplo: Si le lanzas la pelota, dale el comando “cobra”, así relacionara el comando con el ejercicio).
  5. Ser justos (si el perro se merece un tirón de orejas, se lo dais, pero si se merece un premio también), aprenden más con el premio que con el castigo.
  6. Cada ejercicio es positivo en el aprendizaje del perro, aunque los resultados no sean, en el momento, los que buscamos.
  7. Los perros pueden aprender cualquier cosa, pero nada de hoy para mañana.
  8. Los ejercicios con caza de granja (si es que la necesitamos) los empezaremos a partir de los seis meses.
  9. Ningún perro es igual a otro, así que todos estos consejos deberemos adaptarlos a nuestro perro.
  10. Y por último, recordar que nosotros hemos tenido que aprender todo en esta vida para llegar a ser lo que hoy en día somos, al perro le pasa lo mismo y aunque su forma de entender la vida no sea igual a la nuestra, debéis intentar enseñar al perro (con las variaciones que cada individuo necesite) lo más parecido posible a la forma en que a nosotros nos hubiera gustado que nos enseñasen, es decir, con paciencia e intentando hacer que el aprendizaje fuera lo más ameno y divertido posible, aunque ya sabemos que todos, de vez en cuando, nos hemos merecido más de un castigo.

Bueno, espero haber conseguido mi objetivo, que no es otro que no liarme con palabrejas raras, que de no estar metido en el mundo del adiestramiento son liosas y difíciles de entender. Espero sinceramente que os sirva de ayuda y recordar que esto es la base, pero que luego cada individuo es un mundo y hay que adaptarlo todo a él; por lo demás, ya sabéis: trabajo, paciencia y constancia.

Volver arriba


Artículo 2
El adiestramiento emocional
Ricardo V. Corredera | 18 de mayo de 2011

La cuestión esencial para el adiestrador es de qué modo podemos manejar nuestras emociones y las del perro para conseguir una relación y educación más inteligente, afectiva, ética y eficaz.

Es ya incuestionable que el perro, al igual que el hombre, es un ser emocional. La diferencia entre ambos estriba en su conveniencia, en la oportunidad de su expresión, en su intensidad, en el vehículo de manifestación y en origen de las emociones. Si en artículos anteriores hablábamos de la importancia de la experiencia vital en el aprendizaje (adiestramiento ambiental), en este vamos a reflexionar sobre la influencia de las emociones a la hora de desarrollar habilidades imprescindibles para el educador canino entre las que destacan el autocontrol, la empatía, el positivismo y la capacidad para motivarse a uno mismo. Todas estas aptitudes no son sino el resultado de una gestión óptima de las emociones propias, que además ejercen un efecto de contagio en el alumno.


El adiestramiento emocional constituye el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos del humano y el can. Todo impulso busca expresarse en la acción, por eso es importante el manejo de la emoción. El impulso es la manifestación primaria de la emoción y un perro impulsivo es un perro incontrolable. La conducta se fundamenta en el carácter y éste en la capacidad para controlar los impulsos. La raíz de todo adiestramiento radica en la empatía, que no es otra cosa que la capacidad para comprender las emociones del animal y a través de ellas sus necesidades, demandas, actitudes y reacciones. Sólo tomando conciencia del dominio de nuestros sentimientos y de la comprensión de las del perro estaremos en situación de influenciar en su conducta del modo deseado.

Mientras que en el psiquismo humano, habitualmente la cabeza pesa sobre el corazón en el canino el corazón es preponderante. Balancear estas tendencias es una de las intenciones del adiestramiento emocional. En el perro de caza la pasión desborda la razón. Pero la pasión general reacciones automáticas, inscritas genéticamente en su sistema nervioso como garantía de supervivencia como predador ancestral. Pero la realidad del perro de caza actual es que sus acciones deben estar encauzadas hacia la funcionalidad y utilidad al servicio de la escopeta.

Los excesos emocionales del can obligan al adiestrador a imponer normas y límites. La clave en este punto reside en la forma de hacerlo. El educador puede elegir entre dos tendencias: por un lado, la coerción y el castigo, y por otro la comunicación y la empatía. El primer camino nos lleva a la anulación de voluntades; el segundo a su encauzamiento.

Animales sociales

El sistema neuronal y cerebral del hombre está diseñado para conectar con los demás. El del cánido también. Esta característica común hace de ambos seres sociables que cuando se encuentran se establezca entre ellos un vínculo intercerebral y por tanto una relación.
La raíz del adiestramiento radica en la capacidad para comprender las emociones del animal y a través de ellas sus necesidades, demandas, actitudes y reacciones. 
Del efecto que ese puente neuronal de comunicación provoque en cada uno dependerá la calidad de dicha relación desde el inicio y en cada momento. Cada vez que el hombre y perro conectan tiene lugar una descarga hormonal que repercute tanto en el cerebro como en el corazón e incluso en el sistema inmunitario (se refuerza con la autoestima y el placer y se debilita con la ansiedad el miedo y el estrés).

La conexión

Las relaciones interespecíficas (entre dos especies diferentes) entre dueño y perro tienen consecuencias muy profundas en el aprendizaje. Las dudas son ¿cómo podemos contribuir al bienestar emocional del can? ¿Cuáles son las bases del adiestramiento positivo? ¿Qué puede hacer el adiestrador para que la mente del perro funcione mejor? ¿Cómo establecer una convivencia armónica? ¿Cómo promover el comportamiento deseable y anular los problemáticos?

Para empezar hay que conectar con el perro. La mayor parte de los perros viven en total desconexión con su dueño o educador. Consumen el tiempo enclaustrados de un modo u otro y los escasos minutos semanales compartidos transcurren sin llegar a establecer una verdadera comunicación ni contacto emocional alguno.

Conocerse uno mismo

Las relaciones con el perro de caza, como compañero con quien compartimos una fuerte pasión, nos lleva a momentos tanto de agitaciones emocionales tempestuosas como de frialdad absoluta. Para manejarlas sin extralimitarnos o incurrir en faltas que marquen al animal de forma negativa es importante que hagamos autoanálisis y que nos conozcamos primero a nosotros mismos.


Teniendo conciencia de uno mismo estaremos alerta, de forma autorreflexiva a la hora de evitar por ejemplo manifestaciones de ira, de desmotivación contagiosa o de excitabilidad excesiva… Cayendo en la cuenta de nuestras propias emociones durante una sesión de entrenamiento estaremos en disposición de reflexionar: «no está bien este pensamiento sobre mi perro» o «voy a positivizar esta acción para motivarme y motivarle». Si hacemos autoanálisis de nuestras emociones puntuales seremos capaces incluso de decidir en ciertas situaciones tensas, «recoger al perro, darle unas palmaditas y para casa…» «Mañana será otro día».

No existe el adiestrador que se ajuste al perfil ideal y prototipo, todos tenemos nuestros puntos débiles. Pero el que es consciente de sí mismo y de sus estados de ánimo disfruta de una relación más empática y rica con sus perros. Suelen ser adiestradores autocríticos, psíquicamente sanos, seguros de sus actos en el entrenamiento y con una visión positiva del entorno de la caza y el adiestramiento.

Otros propietarios o adiestradores parecen estar atrapados en sus emociones. Suelen dejarse desbordar por las mismas y cambian de estado de ánimo con frecuencia y sin poder controlarlo. Al ser volubles la constancia y coherencia en el aprendizaje del perro se rompe constantemente con lo que éste cae en la ansiedad y la confusión.

Sea como fuere, ciertos tipos de temperamento cuando están fuertemente establecidos en la personalidad de una persona, hacen de ésta un individuo cuando menos poco apto para el adiestramiento. Me refiero a aquellos que aceptan pasivamente sus estados de ánimo y los que son proclives a los estados de ánimos negativos y depresivos. Lo mismo ocurre con aquellas personas de temperamento iracundo o carácter violento e irritable. Deben sin más apartarse del can lo más posible por obvias razones.

Pero cuidado también con el apasionado, que muchos hay en este mundo canino. Aquel que ha llevado por su emotividad tiende a magnificar sus reacciones y las del perro, cuya elocuencia y ponderación le llevan a perder la ecuanimidad y el punto de vista de la realidad. El apasionado es persona abrumadora, tanto para con los compañeros aficionados como para el perro sobre el que vuelca expectativas desmedidas. Ello trae corno consecuencia frustraciones continuas. En relación con nuestro perro de caza tan negativo es sentir poco como sentir con excesiva intensidad.


En el polo opuesto al apasionado encontrarnos al propietario gris, ese que parece no tener sentimientos hacia el can y cuando los experimenta no sabe cómo expresados. De ese modo aburren al animal en las sesiones de adiestramiento, no conectan con él y no son capaces de motivarlo ni de reforzarle negativa o positivamente la conducta.

El adiestrador debe ser sumamente expresivo con el perro para llegar a él en cada acción. El problema que tienen estas personas no es sólo que no se expresen sino que tienen poco que expresar. Son personas sin creatividad ni imaginación que pululan con el perro de la correa siempre mirando a otro lado y deambulan en el campo con el animal buscando conexiones con sus moradores. Son en definitiva individuos inapropiados para el adiestramiento.

La apatía es uno de los mayores lastres del adiestramiento. La caza, los perros y la naturaleza, son para el aficionado tres elementos generadores de sentimientos, las emociones no tiene sentido si no llevan a la acción. Aprender a activar correctamente ante nuestras emociones en la caza, con el perro por delante, será el tema de próximos capítulos.

Fotos: Shutterstock y Maite Moreno

Volver arriba


Artículo 3
Las claves del adiestramiento del perro de caza
Ricardo V. Corredera | 19 de enero de 2011

Un perro sin adiestramiento es un animal conflictivo, difícil, que destroza la armonía tanto familiar como la cinegética. La ausencia de unos criterios educativos caninos claros, la permisividad, la falta de tiempo y el no encontrar unos esquemas positivos de pedagogía canina, llevan al cazador a rendirse ante la perspectiva de un adiestramiento poco coherente y nada atractivo. ¿Pero dónde están las claves del adiestramiento exitoso del perro de caza? Éstas son las diez indispensables.

1. Motivación

El adiestramiento debe ser atractivo tanto para el perro como para el adiestrador. Exige un alto esfuerzo para ambos, por lo que el dueño o adiestrador debe saber cómo seducir al animal con actividades atractivas y pautas sanas y positivas que empujan al perro a la acción en la correcta dirección. Motivar es despertar el deseo de aprender y de actuar. Hay que comenzar el edificio por los cimientos. Que son la actitud de los dos (educador y educando) y su motivación por el trabajo. El refuerzo positivo, el alcance cotidiano de pequeños logros, la dosificación de la exigencia en el entrenamiento, el entorno natural… son algunos agentes motivadores esenciales.

2. La socialización

Sin una habituación adecuada al entorno social humano donde el perro habrá de desenvolverse, no es posible aplicar educación alguna. La falta de socialización produce individuos inadaptados con trastornos temperamentales que derivan en conductas indeseadas tales como impulsividad, agresividad, fobias. Inestabilidad emocional, excitabilidad, llamada continua de atención, etc. La mayor causa de estos comportamientos problemáticos se encuentra en el confinamiento en perreras.


Cuanto más integrado esté el cachorro (desde sus primeras etapas de desarrollo) en la sociedad humana y más convivencia, experiencias y complicidad adquiera con el amo, más preparado se encontrará para el adiestramiento. La socialización es, además, un vehículo para el desarrollo de la inteligencia del animal; lo contrario, el ostracismo, supone la atrofia mental.

3. El potencial

Jamás podremos construir un buen edificio sin unos materiales de calidad. Al igual que un futbolista jamás pasará de tercera regional por mucho que entrene sin una genética de base que le otorgue un físico y una mente superdotados. El adiestramiento debe sustentarse en el desarrollo de unas capacidades innatas presentes desde el nacimiento. Por supuesto que no existe el perro perfecto que reúna todas las cualidades existentes en su código genético, pero son indispensables tanto una carga instintiva pulsional (que mueva al perro hacia la caza, muestra, cobro, rastreo, búsqueda, etc.). Como una estructura física adecuada. El adiestrador deberá detectar cuáles son las virtudes y carencias innatas de cada ejemplar en aras de encauzar las primeras y potenciar las segundas.

4. Capacidad de análisis

En los primeros pasos de la educación debemos hacer un rastreo psicológico del individuo. Es decir, definir un perfil temperamental individual, con el objeto de adecuar tanto el tipo de manejo como el nivel de presión y el enfoque del programa de trabajo a cada forma de ser particular. No hay dos perros iguales en cuanto al carácter, e incluso entre hermanos podemos encontrar grandes diferencias en cuanto a su sensibilidad general y específica, su nivel de dominancia y sumisión, su concentración, agresividad y demás tratos temperamentales.

El carácter último del perro adulto será el resultado de la suma de su temperamento innato y de las experiencias que reciba, y la conducta a su vez será la suma del carácter y del aprendizaje. Este último se alimenta de la actividad espontánea que el dueño debe favorecer y controlar y del adiestramiento específico aplicado.

5. Las tres etapas

La impaciencia por obtener resultados rápido nos lleva a la precipitación de los acontecimientos, de modo que tendemos a quemar etapas, lo que invariablemente nos lleva a dar un paso adelante y dos hacia atrás. El aprendizaje es un proceso motivación dinámico que debe programarse con coherencia, de modo que se sustente en tres etapas fundamentales: iniciación, desarrollo y refuerzo.

Estas fases del adiestramiento están bien diferenciadas, siendo básicamente en la iniciación donde tiene presencia el aprendizaje guiado. La familiarización con el campo y las tareas básicas y el entrenamiento prioritaria-mente positivo y motivador. El desarrollo se caracteriza por el trabajo en ensayo y error, la distribución sistemática de premios y castigos y una mayor independencia en la toma de decisiones del can. Por último, el refuerzo se basa en la interferencia activa, de modo que se añaden dificultades extras a cada tarea y se aumenta el grado de presión exigiendo el máximo nivel de ejecución.

6. El entrenamiento

El adiestramiento de pista o de campo intensivo debe ser sólo un soporte de la actividad cercana a las condiciones naturales en campo y en contacto con caza salvaje. «La perdiz roja es la mejor maestra del perro de muestra. Así como la mejor aula de adiestramiento es el campo abierto». He entrecomillado esta frase para darle aire de sentencia (de ahí el esfuerzo de la rima), ya que suele este apartado ser el más olvidado, siendo el más importante.


La perdiz, casi por sí sola, aviva la pasión del perro. Le enseña a tomar el aire correctamente, a batir con minuciosidad, a dosificar la marcha y mantener un ritmo sostenible, a alzar la nariz al viento y una vez en línea directa con ella, tras tocar la emanación, le irá diciendo la distancia crítica de muestra y cómo guiar con cautela y bloquearla. Todo eso no se aprende en un intensivo con gallináceas de cajón. Ni lo enseña el amo. Se aprende lidiando constantemente con las potenciales presas y el dueño lo único que puede hacer es procurar al animal el máximo de experiencias y aplicar el control que facilita el adiestramiento para que la acción sea eficaz y útil a la escopeta.

7. La constancia

Las jornadas intensivas de entrenamiento seguidas de largos periodos ociosos no sirven de mucho. El adiestramiento debe fundamentarse en un trabajo reglado, cotidiano y dosificado, de modo que al mismo tiempo resulte sostenible y asimilable. El trabajo constante a su vez desarrolla, a través del ritmo progresivo, la actitud positiva y la confianza del animal. Que ve como las exigencias son recompensadas con los éxitos de lo aprendido. El trabajo con inflexiones e impulsivo genera una presión excesiva en el animal de forma puntual para pasar después largos días de pasividad cargándose de ansiedad y aburrimiento. Esto conlleva estrés y confusión en el animal, además de no progresar al no poder implementar con rutina lo ya aprendido.

8. La paciencia

La paciencia no suele ser una de las virtudes del dueño. La paciencia además no se recibe como un don innato, ni llega espontáneamente. La paciencia la otorga la experiencia. Sólo quien se ha relacionado con un amplio número de ejemplares asumirá con naturalidad que las cosas llevan su tiempo, que hay que ser tolerantes con las capacidades cognitivas de un perro por su condición de animal, que la impaciencia es destructiva y sólo lleva a plantearse objetivos excesivos o inalcanzables a corto plazo y finalmente a la frustración. Y que la frustración es la razón del abuso sobre el animal y del castigo desmedido.


Debemos saber establecer metas y objetivos. Las primeras son muy generales y a largo plazo, los segundos son mensurables y concretos. Eso nos ayudará a mantener la paciencia. Así es clave mantener un estricto sentido de la justicia para ser equilibrados en la distribución de premios y castigos. Firmes a la hora de exigir una respuesta ya conocida por el perro, pero flexibles cuando hemos de tener en cuenta factores tales como el estado de maduración, las condiciones de trabajo, la salud del animal, la influencia de la raza...

9. Los conocimientos 

El adiestrador de hoy no puede limitarse a la intuición o al seguimiento de un método riguroso y mecánico aprendido de un maestro artesano. El adiestramiento puede y debe estar avalado por unos conocimientos tanto teóricos como técnicos en los que se sustente cada acción de entrenamiento. Y el enfoque mismo del aprendizaje. La etología, la psicología, la neurología, la pedagogía… son ciencias que ofrecen al adiestrador todo un mundo de respuestas a las incógnitas que cada día la conducta de nuestros canes nos plantea.

10. Los recursos

Es indispensable contar con un material de adiestramiento completo y adecuado (correas, silbatos, collares, walkies, apports, dummies, collar electrónico, jaula lanzadora…), con unas instalaciones que garanticen el bienestar del animal, si no vive en el hogar, con un transporte adecuado, con unos terrenos idóneos de caza salvaje donde entrenar y con un lugar para el trabajo de pista. En el adiestramiento no podemos andar parcheando para que no encontremos continuas carencias y trabas en el camino.

Diez llaves para un tesoro: nuestro perro 10. ¡A disfrutar!

Volver arriba

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Translate this site